Lo que escribo ahora ya no es ficción, es la realidad, la partida de alguien cercano, de alguien que amas es la muerte de una parte de tu alma. No importa las excusas que te puedan dar, no interesa que te digan “ahora está en un lugar mejor” porque el hecho es que ya no la tienes a tu costado, ya no está para cuidarte o darte esas pequeñas frases tan sanadoras.
En ese momento solo entiendes una cosa y es que ya no la veras jamás. Esos ojos claros color verdoso se extinguieron justo cuando pensabas que todo andaba bien pero en verdad estabas tan encerrada en esa cápsula amarga que solo veías tus problemas y lo desagradable que era la vida, también tenías alegrías pero no las cultivabas así que rápido se iban. Hasta que escuchaste un ruido siniestro, el ruido de la ambulancia, lo cual podría significar dos cosas o tu vecino tomo leche helada o en casa alguien está grave y tú no lo sabes.
Desde la habitación, sientes unas vocecillas de tu madre, padre y personas que no logras identificar, la curiosidad te invade pero al ver el pijama que traías puesto, reprimes tus ansias por saber qué es lo que pasa, de repente intuyes que algo anda mal, sin embargo nunca tan grave como para alarmarse. Te asomas a la ventana y ves en una camilla blanca a la persona amada, en ese instante se te forma un nudo en la garganta, el ritmo cardiaco aumenta y se te llenan los ojos de lágrimas, quizás esa sensación puede ser una mala señal, a pesar de eso, eliminas todos los pensamientos trágicos de tu mente porque a partir de ese día comenzaste a odiar la tragedia.
T e acordaste que estamos en el siglo XXI y los celulares existen, una llamada te sacaría de dudas, rápidamente lo coges, marcas el número de tus padres sin obtener respuesta alguna ¡Nadie contesta! Por qué en los momentos de urgencia dejan los celulares de lado, si es para eso que están hechos. Decides dormir ya que de nada sirve seguir despierta.
Los rayos del sol empiezan a aparecer y te cubren con su luz escurridiza. Tuviste un buen sueño, lástima que no recuerdas. Sales de la habitación, tomas tu rico desayuno y cuando ya no tienes nada más que hacer, miras tu ventana y las dudas regresan, el miedo te vuelve a acechar por eso corres a buscar el celular, llamas una y otra vez, empiezas a creer que definitivamente la tecnología no sirve. Te das por rendida, despejas tu mente entrando a facebook y viendo la vida de los demás (en algunos casos más deplorables que la tuya).
El tiempo pasó sumamente veloz, escuchas en volumen bajo una melodía pegajosa, empiezas a realizar movimientos sintetizados hasta darte cuenta que el sonido proviene de ese aparato, al cual comenzabas a odiar. Contestas y es tu madre, quien con una simple frase te desgarra el alma: “tu abuelita acaba de fallecer”. Es en vano mencionar cada pregunta de arrepentimiento “¿Por qué no disfrute con su presencia?”. Los porque a estas alturas solo sirven para socavar más tu interior, destruyéndote lentamente y deseando una eutanasia.
Finalmente no logras asimilarlo, ha pasado horas desde la noticia pero tus neuronas se niegan hacer sinapsis frente a esa información, tu mente rechaza lo escuchado pero tus sentimientos demuestran que una parte de ti es consciente y junto a la persona que amas también murió.
Me cuentas la catástrofe, el fin de tu mundo y solo poniéndome en tu lugar comprendo lo terrible que es, sabes que soy pésima para decir cosas alentadoras aunque para ti me puedo convertir hasta en superhéroe:
Me cuentas la catástrofe, el fin de tu mundo y solo poniéndome en tu lugar comprendo lo terrible que es, sabes que soy pésima para decir cosas alentadoras aunque para ti me puedo convertir hasta en superhéroe: